La transformación de la cultura a través de Tabakalera
Donostia/San Sebastián tiene una vinculación especial con la cultura, y la diversidad y la calidad de su oferta cultural es poco habitual para una ciudad de su tamaño. Los históricos festivales como la Quincena Musical, el Zinemaldia o el Jazzaldia, que tradicionalmente marcan la vida cultural de los donostiarras, son resultado de diferentes momentos históricos y de la decisión de la ciudad de asumir posicionamientos estratégicos a través de la cultura, como fue también el caso de la Capitalidad Cultural Europea de 2016. Es decir, Donostia tiene una tradición en recurrir a la cultura como elemento de estrategia de ciudad y para afrontar nuevos retos. Tabakalera, sin duda alguna, se encuentra entre las apuestas de Donostia para un posicionamiento de ciudad a través de la cultura y de la creación.
La cultura está presente también en la Estrategia 2030 en la que está trabajando la ciudad en este momento. De ahí que debamos preguntarnos, también desde Tabakalera, cómo se está transformando la cultura, qué puede aportar ésta a la ciudad, y qué necesita para que este impacto sea real.
La cultura y la creación son dos ámbitos en transformación constante, y más aún desde la irrupción de lo digital. Esta transformación ha traído consigo una oferta casi infinita, disponible en todo momento en cualquier lugar pero que, al mismo tiempo, nos lleva a un consumo cultural cada vez más casero, individual y uniforme, pasivo incluso. Un consumo, en definitiva, que no debería sustituir a la participación activa y al acceso a la cultura como actividad comunitaria y esfera pública de diálogo.
Es aquí donde debemos incidir las instituciones culturales. Debemos estar muy cercanas a las transformaciones en el ámbito de la cultura y de la creación, y ofrecer un programa cultural de excelencia. Sin embargo, esta excelencia no solo habita en la calidad de cada contenido o programa que ofrecemos, sino también en su conexión con las diferentes comunidades que alberga la ciudad y, sobre todo, en su habilidad para mantener vivo el contexto artístico.
Sólo trabajando muy de cerca con nuestros públicos y con nuestra comunidad artística conseguiremos uno de los objetos fundamentales de la cultura: una elaboración simbólica, constante y compartida de nuestra realidad, que contribuya a la transformación social y al desarrollo de la ciudadanía. Quienes trabajamos en la cultura debemos ir más allá de garantizar el acceso universal a la cultura y ofrecer herramientas para que la ciudadanía pueda disfrutar de la creación, informarse críticamente o desarrollar sus propias capacidades creativas.
Es aquí donde Tabakalera debe poner el foco, ofreciendo una programación de gran diversidad, para acoger a todo tipo de públicos. Se trata no sólo de organizar proyectos artísticos de gran envergadura que puedan atraer a un gran número de personas y así despertar en ellas el interés por el arte. Se trata también de atender a las diferentes comunidades y de generar otras nuevas, dispuestas a profundizar y descubrir nuevas cosas. Nuestro trabajo debe invitar a todas las personas a crear, explorar, experimentar; y colaborar, participar, formar parte de comunidades creativas y de diversos proyectos.
Para que Tabakalera siga siendo un lugar de encuentro, de diálogo y de co-creación. Estos son elementos que nos parecen relativamente nuevos, y a los que debemos atender especialmente: públicos cada vez más diversos, organizados en diferentes comunidades, y el interés por la participación activa.
Al mismo tiempo, nuestra actividad debe ser sensible a los grandes retos de las sociedades contemporáneas y estar conectada con las corrientes de vanguardia del momento. Nuestra forma de elaborar estas cuestiones es a través de la creación, de exposiciones de arte, del cine que, a través de lo experiencial, de una experiencia sensorial y estética, generan reflexiones y provocan preguntas.
Además de producir exposiciones y visibilizar la creación, debemos tener una relación constante y fluida con el sector creativo de nuestro entorno. Debemos dar impulso a los procesos de creación, a través de apoyo y recursos, pero también debemos ser un laboratorio para la fertilización cruzada de ideas y proyectos. Además de buscar el impacto en la comunidad artística, tratar de mejorar sus condiciones de trabajo y de vida, aspiramos también a conseguir el impacto de lo creativo en la sociedad, abriendo oportunidades (y visibilización) para el sector creativo, generando cruces con otros sectores económicos.
Con todo ello, queremos contribuir a que Donostia, además de ser una ciudad con una gran oferta cultural de excelencia, sea una lugar con una ciudadanía formada, crítica, informada y que pueda participar en los grandes debates de nuestro tiempo. Una ciudadanía que pueda explorar y desarrollar diferentes conocimientos y capacidades.
Esto, además, debería contribuir a que Donostia fuera una ciudad que atrae a creadores y profesionales de la cultura. Se trata de personas con una cualificación profesional mayor y una media de edad inferior a la de otros sectores, con experiencia internacional, y con mucho que aportar a la sociedad.
Todos estos aspectos buscan un impacto en las personas y en el desarrollo de la ciudad, y ya que estamos hablando de Donostia 2030, puede ser interesante recordar lo que plantea la Agenda 2030 de la ONU en torno a la cultura.
Bajo el lema “Cultura es quiénes somos y lo que forma nuestra identidad. El desarrollo no puede ser sostenible sin incluir a la cultura”, la ONU ha incluido específicamente la cultura en su Agenda 2030 y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Aunque lamentablemente no hay ningún objetivo centrado únicamente en la cultura, sí se tiene en cuenta, por primera vez en una agenda internacional, el impacto de la cultura en la sociedad, con un foco especial en el ámbito urbano. El documento de la ONU reconoce “la salvaguardia y la promoción de la cultura como fines en sí mismos y, al mismo tiempo, medios para contribuir directamente a la consecución de muchos ODS: lograr ciudades seguras y sostenibles, fomentar el crecimiento económico y el trabajo decente, reducir la desigualdad, detener la degradación del medio ambiente, lograr la igualdad de género y promover sociedades pacíficas e inclusivas. Los beneficios indirectos generados por la cultura tienen un efecto acumulativo, gracias a las actividades eficaces con base cultural encaminadas al logro de los ODS.”
Este reconocimiento se debe al hecho de que, finalmente, el propio concepto de desarrollo vaya más allá del crecimiento económico e incluya otro tipos de valores en los que, sin duda alguna, tenemos mucho que aportar, y que contribuyen a una ciudad mejor.
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